Bolas de fuego salen de la boca del dragón. Bolas ardiendo en deseos de búsqueda de aceptación. El dragón que aparentaba estar lleno de rabia e ira, nunca podrá matar al invulnerable vencedor, solo es cuestión de tiempo que se canse de fabricar bolas con las que nunca a nadie hirió. Sus intentos fueron fútiles aunque aparentaran ser cargados de destrucción; cada bola de fuego se apagaba con la presencia del agua del lago de la comprensión.
Las calmadas aguas del lago, acogían cada bola de fuego hasta que se apagara todo aparente dolor que de la boca salió. Con mucha ternura y aceptación, entraba el agua de la comprensión por cada grieta que en la bola se dejó. Calmando así, la furia del inocente dragón.
Estas apacibles aguas, saben de la inminente disolución del bravo dragón, por ello, cuentan con la paciencia infinita para que se diluya lo que nunca existió y durante un tiempo asustó.
Ya no queda rastro del fuego, ya no tiene función. Fue fabricado para defender al imaginado dragón y una vez se ha descubierto su falsa percepción, ¿quién continuaría con la lucha en lugar de calmar la sedienta garganta del dragón que durante tanto tiempo fuego escupió?
Cuando sientas las cálidas aguas del lago del amor, ya no hay lugar en el que quieras estar. Allí, cuando ves bolas de fuego, no te asustas, ni juzgas al dragón ya que sabes que de esta forma continúas en la ruleta del dolor. Desde dentro del lago, observas y abrazas la petición de amor. Tú eres el lago donde se diluye tu imaginado dragón.