Falsa moral

En una urna del laboratorio “Pecado Carnal” tienen a cien Homo Sapiens encerrados y estos no paran de fornicar. Los investigadores están curiosos por averiguar qué mueve este deseo pasional. ¿Será la ansiedad de verse presos en una caja de cristal? ¿Será que buscan olvidarse de algo fundiéndose en un acto sexual? ¿Será que huyen de algo para olvidar un profundo sentimiento de soledad?

Los investigadores saben que el “mono” vive el gran espasmo muscular durante un instantáneo orgasmo tras el acto sexual. Todos sus músculos se relajan derivados de una orden mental basada en un una acción liberal de fusión carnal.

El biólogo del equipo de investigación, deduce que la necesidad de procreación, les hace encontrar el goce en esta liberación. Y no para de pensar cómo esto puede modificar el enlace molecular del esperma del animal. Hasta que no encuentre la fórmula no parará, y cuando la encuentre, otra fórmula buscará.

El antropólogo, se basa en una búsqueda ontológica de relación en busca de compleción, en la que “los monos” alcanzan el máximo estado de libertad cuando viven el orgasmo tras fundirse con los demás en acto sexual. Quiere interpretar una mejor forma para poderse relacionar. Mientras repasa los resultados de los millones de test realizados, se cuestiona así mismo: “¿No es un orgasmo un espasmo muscular en múltiples áreas del cuerpo derivado del máximo soltar que en un instante puedes experimentar al quererte, con otro, completar?”

El cura de la misión, no hace más que poner crucifijos alrededor de la caja de cristal para que el pecado no traspase la transparente pared y a él no le pueda perjudicar. Tiene miedo de que esto sea real y le pueda salpicar. “¿No deriva toda esta desatada orgía social del pecado original?” Se pregunta con gran ansiedad mientras no para de pasar bolas del rosario “evangelical”.

Sin embargo, el sabio de la sala experimental, no ve nada fuera de lo normal. Acepta lo que ve y mira más allá. Reconoce otra forma de buscar del individuo, en acciones externas, la fuente de felicidad. No la rechaza ni cree que esté mal, ya que él sabe que no existe el mal. Sabe que es la misma mente del Padre Mono que creyó estar en distintos cuerpos y ahora busca la unidad de la mejor forma que sabe en este momento, en el mundo dual. Es lo que desea ahora esta “parte mental”. Ve un acto inocente para intentar conectar con el amor celestial, sin embargo, conoce que está basado en otro engaño más y tiene presos a los monos en un sueño de continua búsqueda del orgasmo para evitar mirar hacia adentro, deshacer las espesas nubes de culpabilidad y así poderse liberar. Por lo tanto, el sexo, como todo lo demás, puede ser una puerta para liberar la culpabilidad existencial.

Tras las aportaciones que cada uno pudo dar, el biólogo se quedó atrapado en un análisis del pasado para poder intentar modificar el futuro según la dirección en la que él cree que la especie tiene que caminar, al igual que el antropólogo, se quedaron en un mero analizar. El cura, basado en su buena intención de evitar el infierno imaginario, no hizo más que engordar la culpabilidad. Sin embargo, el sabio aportó una nueva versión para aplicar en el instante actual:

“Que no paren de copular, no está ni bien, ni mal. Pueden disfrutar del sexo sin culpabilidad. Ahora, se les da la mejor forma en la que pueden interpretar este momento, un instante de unidad. Hasta que descubran que el placer es lo mismo que el dolor ya que proviene del cuerpo, no encontraran la experimentación de satisfacción real: el goce que siempre es goce y es algo interno y eterno. Cuando estén listos para abandonar la búsqueda en algo carnal, la propia Mente les guiará. Se darán cuenta donde buscan, para comprender, qué es lo que hayan, y así, poder cambiar y encontrarlo donde lo tienen que buscar. Su percepción sanará y podrán disfrutar del goce que supone saber que no existe la culpa por gozar. La tranquilidad de saber que no existe “el mal” ya que fueron ellos quienes inventaron la creencia en “el mal” y todos los falsos escenarios para demostrar su falsa realidad. Una vez lo vivan con inocencia, reconocerán, con tremenda humildad y felicidad, que se equivocaron al darse cuenta que solamente ellos se condenan por lo que sólo ellos se pueden salvar. Entonces, su conciencia cambiará y se enfocarán hacia adentro para gozar de la preparación hacia el eterno orgasmo celestial; una experiencia que no es del ámbito carnal, pero por esto no dejarán de copular ni de cocinar. Vivirán dentro de “un mono”, depurando la creencia que no les deja respirar, sin dejarse atrapar por la falsa moral del falso pecado original y reconociendo que todo era un juego mental.”